sábado, 27 de noviembre de 2010

26/XI/2010

Sé que puedes oírlo, cuando el frío te salpica en la cara. Absolutamente todo, ya. El ruido de los besos. De la risa. De tacones. De música. El olor de pintalabios barato, el perfume de pega y tú y yo. Yo por todas partes.
Los buenos momentos nunca se repiten. Y por eso son buenos, créeme. No estés triste, a veces no hace falta más. Si la felicidad se estira se convierte en rutina, y tú no querías eso, ¿recuerdas? Tú querías inflar tus pulmones, lanzar una diana al tiempo e inyectarte de lleno. Es lo tuyo. Y lo tuviste.
Lo tuvimos. Nos tuvimos.
No estés triste. El olor de las aceras nos guardará siempre. Como un guiño, ¿no te parece? Mientras nos hacemos más y más viejos en nuestros propios cuerpos. Las aceras seguirán guardando las huellas de tus tacones borrachos, de mis ganas de subirte al mismo cielo. De los hielos que derretimos una noche y otra, a base de alcohol y algún que otro beso.
Era lo nuestro. Hielo y agua, ¿no? Solía ser lo nuestro.
Por eso no estés triste. La ciudad lo sabe, te lo recordará cuando me olvides. Cada vez que suene aquella canción, o esa otra, o tal vez ésa. Cada vez que huelas a alcohol, sudor y perfume de pega.
Te lo recordará, princesa. Que fuiste feliz érase una vez un día. Que supiste matar el mañana para no arruinar el momento y convertirlo en cotidiano. ¿Lo ves? A fin de cuentas tenías razón, tú y yo solo estábamos de paso por Madrid.
No desgastes tus tacones. No llores hoy. Hoy no es el día para eso, lo sabes, ¿verdad? Las luces de la ciudad se fundirían y no verías lo que tienes delante.
No llores, princesa. La ciudad todavía se acuerda de ti.


(Hacía tiempo que no colgaba un relato...)

domingo, 21 de noviembre de 2010

Juan Luis Arsuaga: "Salvar el mundo está en nuestras manos"

“Este es el año mundial de la biodiversidad y yo digo que la biosfera tiene poco que celebrar. Si seguimos así, en 2050 necesitaremos tres planetas para abastecernos. Tenemos que aprovechar esta fecha para reflexionar sobre lo que le estamos haciendo a la Tierra”.

Arsuaga elige el escenario de su entrevista: La sierra de Peñalara, su sitio, su casa. Paseando por sus senderos rodeados de vida y árboles,respira su aire puro, equipado con sus botas de monte, un polar y una cantimplora. Se desenvuelve como un pez en el agua, con la vitalidad de quien ha vivido siempre entre la naturaleza, con la firmeza de una persona comprometida que ha visto mucho y ha trabajado aún más por algo que él considera fundamental: proteger el planeta Tierra.

Camina a paso rápido y detiene su conversación cada poco para enseñar los más recónditos rincones de la Sierra, que conoce de memoria. Sorprende la elección del lugar y él lo sabe; es consciente de que lo esperable habría sido escoger un lugar de denuncia medioambiental, pero “a veces es mejor estar en un sitio tan bello como este para dar buen ejemplo”, explica. A veces, solo contemplar un paisaje como ése basta. Pretende que la naturaleza sea quien hable, quien cuente su historia.

Para los que no sepamos escucharla, o para todos aquellos que a veces hacemos oídos sordos a la importancia del cuidado del medio ambiente, Juan Luis Arsuaga lleva unos doce años escribiendo libros de divulgación científica. Es paleontólogo y la afición le persigue desde muy pequeño, cuando visitaba las excavaciones de Bilbao y leía La Guerre du feu, de J.-H. Rosny Aîné. Hoy, desde 1991 y tras muchos años de trabajo en su campo, dirige el equipo de investigación de los yacimientos pleistocenos de la Sierra de Atapuerca. Equipo que, bajo su dirección, fue galardonado en 1997 con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. El título no fue en vano; sin ir más lejos ha llegado a descubrir el cráneo humano más completo del registro fósil de la Humanidad, un cráneo de Homo heidelbergensis.

Su paso por la universidad, en el departamento de Antropología de la University College of London, le ha hecho comprender que “la clave para salvar al medio ambiente radica básicamente en la educación”. Es por eso por lo que sus libros son tan divulgativos, amenos y sencillos de comprender; según argumenta, “solo así pueden llegar a todas las edades”. Un exponente clarísimo es su último libro, Elemental, queridos humanos: vida y andanzas del ingenioso planeta Tierra, que acaba de presentar a través de la editorial Temas de Hoy y que cuenta con ilustraciones de Forges, “que aportan un gran sentido del humor y su particular visión del mundo”, explica. Un libro simpático, llamativo, que utiliza el humor como arma para hablar de un tema que no tiene ninguna gracia.

Impreso en papel reciclado, este volumen combina la historia de la Tierra con la del ser humano hasta la actualidad. Arsuaga incide en la importancia de fusionarlas, pese a que no se suela hacer en los libros de historia, pues solo así seremos capaces de comprender un descubrimiento científico que salió a la luz en el S.XX y al cual ignoramos demasiado: que la biosfera influye y cambia el resto de capas de la Tierra. Hablando en plata, que la acción del ser humano es tremendamente influyente en el estado del planeta, y el actual comportamiento que seguimos puede llevar a modificarlo químicamente y hacerlo inhabitable. Es lo que se conoce como la teoría de Gaia, que ya anunciaba hace años el científico James Lovelock.

“Los descubrimientos vinieron poco a poco” explica el paleontólogo, “primero se fueron descubriendo cada una de las capas: hidrosfera, atmósfera, biosfera… lo último en descubrirse fue la interrelación que existe entre ellas, y no le estamos dando la importancia que merece.” Sin embargo quizás sea la que más nos afecte, como responsables directos de la composición química del planeta entero. El libro, para ilustrar esta idea, comienza desde la aparición de la vida hasta la llegada del hombre contemporáneo, con las consiguientes etapas que configuran la relación biosfera-planeta Tierra, modificadas de manera notoria con la llegada del ser humano.

El mensaje está claro: “Estamos acelerando muchísimo un proceso que daña terriblemente a la naturaleza, y ha llegado el momento de pararlo”. Su semblante se vuelve serio, “es hora de que los humanos comprendamos que no podemos vivir solos, que tenemos que llevarnos bien con el resto de las especies. Se trata de coexistir.”
Esta situación no es nueva. En realidad, según explica, no es más que el proceso que arrastramos desde hace muchos años pero que ahora, con cada vez más personas en el mundo, se está agravando peligrosamente. "No somos más malos que nuestros padres, ni siquiera estamos hablando de maldad” apunta, “nuestra generación recoge una conducta que viene de muy lejos. Eso sí, formamos parte de la generación que ha sabido darse cuenta de lo que estamos haciendo. Y, por eso, tenemos la responsabilidad de ponerle fin.”

Habla con determinación. Preocupado, pero con esperanza. Confía en la prudencia de la gente y cree que sabremos proteger lo que más importa. No ya por nosotros, dice, sino por el futuro de nuestros hijos, de esas generaciones posteriores, para que puedan disfrutar de un mundo más bello y más “humano”. “El bienestar no está reñido con el cuidado del medio ambiente. Muy al contrario, han de ir de la mano. Solo podremos asegurar un futuro decente a nuestros hijos si gestionamos la riqueza de la Tierra”.

La solución no está tan lejos como a veces queremos pensar. “No va a venir nadie desde lo alto a salvarnos”, bromea. Hemos de ser “cada uno de nosotros, desde nuestras casas, los que aportemos nuestro granito de arena, nos comprometamos con el cuidado del planeta y comprendamos la importancia de los actos más pequeños. Salvar el planeta está en nuestras manos”. Reciclar, separar la basura, cuidar los mares y los ríos, evitar el uso injustificado de papel, cerrar el grifo al lavarse los dientes… Pequeñas cosas que todos conocemos, actos tremendamente útiles, según apunta Juan Luis Arsuaga, para garantizar nuestro futuro.

La educación y la concienciación son las claves. No hay que darse por vencidos, ni pensar que la Tierra está perdida. La solución está en nuestra mano, y el pesimismo corta las alas. Arsuaga lo sabe, y predica con el buen ejemplo, con la esperanza, recorriendo la Sierra de Peñalara y enseñando sus paisajes, demostrando lo que todavía tenemos y que merece la pena conservar. “No todo está perdido, pero es el momento de cambiar”.

Tocando sus árboles, señalando con el dedo antiguos glaciares ahora convertidos en bosque, escuchando el sonido del río a lo lejos y con una sonrisa de oreja a oreja. Comprometido, firme y optimista. Juan Luis Arsuaga, paleontólogo, amante de su trabajo y de la naturaleza, nos deja a todos un libro imprescindible y, con él, una enorme responsabilidad: cuidar nuestra casa, nuestra tierra. La Tierra. 

jueves, 18 de noviembre de 2010

El embrujo del fado de Carminho



Dicen de ella que es la esperanza del fado. Todavía no ha cumplido los treinta, pero eso poco importa; cuando Carminho pisa el escenario, convence, crece y deja al público sin respiración. Su paso por la sala Galileo Galilei, de Madrid, se enmarca en la Mostra Portuguesa, una semana en la que los españoles pueden conocer y acercarse a la cultura de Portugal, desde la literatura hasta la gastronomía. Pasando, claro, por la música.
El público la espera en la sala, algunos con conocimiento, otros tantos con curiosidad. Para quien no ha escuchado fado a menudo, la noche se presenta intrigante y dispuesta a sorprender. Y sorprende. En un escenario oscuro se sientan los músicos, que ofrecen las primeras notas de lo que será el concierto, y entonces, luciendo un largo vestido negro, aparece ella. La luz ilumina solo su contorno. Carminho comienza a cantar.
Su aspecto joven encierra una voz con una fuerza asombrosa, grave, “impresionante”, susurran algunos espectadores. Canta en portugués pero consigue que, por un momento, todos comprendamos su idioma. Su cante, tan pronto llanto como susurro, gira, a veces con un aspecto frágil, como si fuera a romperse. Arrastra al público, le hace partícipe. Transmite nostalgia; pero también rabia, angustia, desesperación y, a veces, alegría. No importa. El público asiente, se lo cree y canta con ella.
Son las canciones de un disco que le ha costado un tiempo sacar por no sentirse “preparada”, según ella misma explica en el concierto. Aun así, lleva cantando desde los 12 años, inspirada por la música de Lucilado Carmo, Amalia Rodrigues o Fernando Mauricio. El álbum no podía llevar otro nombre, “Fado”, como muestra de respeto hacia sus raíces y a ella misma, según afirma.
Dicen de ella que es la esperanza del fado. Pero dicen aún más. Dicen que lo reinventa. Que combina la tradición con la innovación, que funde lo nuevo y lo viejo y lo convierte en música. Por lo pronto, los que todavía estamos descubriendo el fado, aquellos que tuvimos la suerte de escuchar a Carminho como toma de contacto con la canción lusa, aplaudimos en el teatro conmocionados, sorprendidos y satisfechos.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Ferran Adrià: “La cocina es el nuevo Rock&Roll”

(Recordad que si pincháis en las declaraciones con hipervínculo, escucharéis los audios. Me he dado cuenta de que jamás lo he explicado por aquí!!)

“No debemos demonizar a la industria alimentaria sino apoyar a quien lo hace bien”. Es una de l as conlusiones a las que llega el célebre cocinero Ferran Adrià después de haber escrito el libro La cocina de la salud (Planeta) junto con el cardiólogo Valentín Fuster y el periodista Josep Corbella. Asimismo anima al consumo de productos de calidad fabricados industrialmente, “de la misma manera que bebemos vino que no hacemos de manera artesanal”.

Optimistas, concienciados y pragmáticos. Así se definen los autores de este volumen, si bien dejan un amplio espacio para su creatividad. “La cocina es el arte más transversal que existe”, opina Ferran Adrià, y cuenta cómo cualquier otro arte, desde la literatura hasta la arquitectura, puede evocar al culinario. “Yo siempre digo que la cocina es el nuevo Rock&Roll. La gente solo quiere ser feliz; la cocina hace feliz a la gente”.

"Un estilo de vida saludable no está reñido con disfrutar comiendo” argumenta el cocinero “antes no comíamos mejor, decir eso es absurdo. Sin embargo, sorprende que con los medios que tenemos ahora no comamos mejor” afirma, y apunta como causas de esta situación una falta de educación alimentaria y el propio desinterés de la gente en la cocina. “¿Quién se levanta dos minutos antes a hacerle un zumo de naranja a sus hijos?”, se pregunta.


Con el objetivo de fusionar el disfrute en la comida con la alimentación saludable, Ferran Adrià y Valentín Fuster combinan sus experiencias en este libro, acompañados por el periodista Josep Corbella. El objetivo era huir de hacer un libro “populista, oportunista, pues con la salud se manipula mucho”, sino enfocarlo desde un punto de vista pragmático. “No se le puede pedir a la sociedad actual que se pase la vida cocinando”, afirma convencido el cocinero.
La cocina de la salud, puesto que “era difícil hacer un libro así sin que fuera un tostón”, añade Adrià, ha resultado acercarse bastante a una novela, mostrando personajes definidos e identificables que constituyen las tres generaciones de una familia, con sus consiguientes diferencias y necesidades alimentarias.
El libro ofrece, pues, pautas para mejorar la calidad de nuestra alimentación, incidiendo en la importancia de una “nutrición atractiva, la actividad física, el control de nuestro estado emocional y el conocimiento de nuestro cuerpo”, explica Valentín Fuster. El problema radica, según expone, en “confundir lo que nos gusta con lo sano” y en la falta de base científica en la educación alimentaria. “Las dietas milagro no funcionan”, asevera al respecto Fuster, “el peso se recupera tan rápido como se pierde”.
Concienciados en la importancia del compromiso didáctico, Fuster y Adrià colaboran en los centros de investigación SHE (Foundation for Science, Health and Education) y Fundación Alicia (Alimentación y Ciencia). Se muestran “muy positivos”, conscientes de que los profesores de los colegios cada vez prestan más atención al cuidado de la alimentación.

Publicado en El Boletín de la Semana

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