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miércoles, 1 de junio de 2011

Catalina Fuentes: “La palabra puede ser una trampa mortal”

El Instituto Cervantes, en colaboración con la Editorial Espasa, ha presentado la Guía Práctica de Escritura y Redacción, un manual de escritura divulgativo que tiene como objetivo enseñar al lector que “la palabra tiene un tremendo poder y, por el contrario, puede ser una trampa mortal para el que la escribe”, tal y como aseguraba la autora, Catalina Fuentes, durante la presentación.  


“Ya no se enseña a redactar en los colegios. Hemos olvidado las técnicas discursivas, quizás no tanto en la escritura creativa, pero sí en la efectiva, es decir, en la de todos los días”, explicaba la autora de la Guía. No obstante, hacía hincapié en que la lengua es el instrumento del que disponemos para conseguir la mayoría de nuestros fines. “La empleamos, no le damos importancia, nos parece que es algo que nos viene dado como el color de los ojos. Nos preocupamos de la lengua extranjera, pero no de la nuestra” (para escuchar a la autorahacer clic aquí)

Con el objetivo de suplir esta carencia, y centrándose sobre todo en un lector no experto, la Editorial Espasa hace de esta la cuarta guía en colaboración con el Instituto Cervantes. Primero fue la Gramática práctica del español, luego la Ortografía práctica del español, la Guía práctica del español correcto y finalmente la presentada hoy. Ana Rosa Semprún, directora general de Espasa, contaba en rueda de prensa que esta guía responde a las necesidades de los lectores, y decía que “mucha gente quiere escribir bien pero muy poca gente lo hace correctamente”. 

El lector de esta guía, insisten, será principalmente alguien no experto en la lengua castellana; por ello la editorial ha optado en las distintas guías por hacer libros “sencillos y baratos”, explica Ana Rosa Semprún. No obstante, tal y como añade Carmen Caffarel, directora del Instituto Cervantes, estas guías también pueden resultar útiles para los expertos, pues “absolutamente todos tenemos dudas”. 

El lector además encontrará esta guía, tal y como su nombre indica, de índole muy práctica; acompañada de ejemplos sacados de la vida diaria, en su mayoría de los medios de comunicación. Pues pretende, como argumenta su autora, dar a conocer los fallos que habitualmente cometemos, aconsejar sobre cómo debería utilizarse el lenguaje y explicar las razones para que el lector sea capaz de entenderlo e interiorizarlo, pasando desde el uso de la puntuación hasta la disposición del texto 
en una página. Partiendo de que nuestra escritura es nuestra primera carta de presentación. 


martes, 5 de mayo de 2009

Un poco de thinking

Vale, que sí. Que uso abusivo de los extranjerismos. Que hablar de los affaires del star system queda mucho más cool que hablar de las relaciones del famoseo. Puede que sean innecesarios, pero ¿quién decide qué es o no necesario en una lengua? ¿La Real Academia? ¿los medios? ¿tú? ¿yo? Absurdo. Tanto o más que hablar de footing, software, babysitter o reviews.
A los lingüistas -no todos, claro- parece crisparles. Y que sí, que tenemos un estupendísimo diccionario, y herramientas suficientes como para hablar nuestro idioma sin tener que pedir nada prestado de nadie. Pero no nos tiremos de los pelos.
Recomendar a los hablantes del castellano que sólo utilicen términos de nuestra lengua supone reconocer de una manera todavía más evidente nuestro sentimiento de inferioridad hacia la cultura norteamericana. ¿Cuál es el problema de hablar de Internet en vez de red? ¿Y de links en vez de enlaces? ¿Acaso nos da miedo que quede patente la supremacía tecnológica de los Estados Unidos? ¿Tanto nos acompleja?
No. No se trata de adoptar una actitud paternalista con nuestra lengua, como si el castellano necesitara que lo defendieran del villano anglosajón. Se trata de ser críticos, de decidir cuándo una palabra puede aportarnos algo y cuándo el castellano puede ofrecernos una alternativa mejor.
Eliminar todo rastro de los extranjerismos supone buscar una autarquía lingüística, supone cerrar los ojos ante la realidad globalizada que ahora mismo nos rodea, supone mutilar también una lengua rica en intercambios culturales. Es absurdo, además de inviable.
Como si el castellano no tuviera cosas más importantes de las que preocuparse.

Además, ya lo dijo F. Lázaro Carreter en uno de sus dardos:

Una lengua que nunca cambiara sólo podría hablarse en un cementerio.
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