jueves, 15 de enero de 2015

Reading challenge


Esto ya empieza a ser eso de que cada año comienza con un desafío y luego nunca lo cumplo, pero creo que siempre está bien plantearte retos y, al menos, intentar hacerlo un poco mejor que el año pasado.
Poco a poco van pasando los años y toda esa furia por hacer cosas, descubrir y querer comerte la vida a bocados acaba traduciéndose en encontrarte y ordenar prioridades. Saber que no puedes hacer todo. Pero entender, por encima de todo, qué no debes dejar de hacer nunca.
Los que me conocéis sabéis de qué hablo: ya va siendo hora de que vuelva a escribir. Ese es mi objetivo este año, tengo 12 meses para conseguirlo y estoy optimista.
Tengo metas a corto y largo plazo, voy a ser más organizada y algo (bueno o malo, ya lo veremos) saldrá. Me alegro de poder decir que estoy en un momento estable en mi vida, rodeada de gente buena que me da mucha paz. Hay que aprovecharlo :)

Y como una cosa está ligada con la otra, pues me he apuntado a un desafío tonto de estos que salen de vez en cuando, de lectura.
  • Un libro de más de 500 páginas
  • Un romance clásico
  • Un libro que se convirtió en película
  • Un libro publicado este año
  • Un libro con un número en el título
  • Un libro escrito por alguien menor de 30
  • Un libro con personajes no humanos
  • Un libro de humor
  • Un libro de autora femenina
  • Misterio o thriller
  • Un libro con una sola palabra en el título
  • Un libro de relatos cortos
  • Un libro ambientado en otro país
  • Un libro de no ficción
  • El primer libro de un autor popular
  • Un libro que no hayas leído de un autor al que adoras
  • Un libro recomendado por un amigo
  • Un libro ganador del Pullitzer
  • Un libro basado en una historia real
  • Un libro al fondo de tu pila de lectura
  • Un libro al que tu madre adora
  • Un libro que te dé miedo
  • Un libro de más de 100 años
  • Un libro basado en su portada
  • Un libro que se suponía que tenías que leer en el cole pero no lo hiciste
  • Una memoria
  • Un libro que puedas acabar en un día
  • Un libro con antónimos en el título
  • Un libro ambientado en un sitio al que siempre hayas querido ir
  • Un libro que salió el año que naciste
  • Un libro con malas críticas
  • Una trilogía
  • Un libro de tu infancia
  • Un libro con un triángulo amoroso
  • Un libro ambientado en el futuro
  • Un libro ambientado en el instituto
  • Un libro con un color en el título
  • Un libro que te haga llorar
  • Un libro con magia
  • Una novela gráfica
  • Un libro de un autor al que no hayas leído nunca
  • Un libro que poseas pero que nunca has leído
  • Un libro que tiene lugar en tu ciudad
  • Un libro escrito originalmente en otro idioma
  • Un libro ambientado en Navidad
  • Un libro escrito por un autor con tus mismas iniciales
  • Una obra de teatro
  • Un libro prohibido
  • Un libro basado o convertido en una serie de televisión
  • Un libro que comenzaste pero nunca acabaste
Vía | Popsugar

domingo, 30 de noviembre de 2014

Cerveza-ficción, decían.

Él no bebe cerveza.
Creo que no hay vocabulario todavía que describa lo que ocurre cuando sus labios la tocan y hasta el vaso se estremece.
No es algo que se vea todos los días. Creedme si os digo que entre ellos ocurre algo que te hace sentir indiscreta si lo miras. No sé quién seduce a quién, ni sé mi papel cuando se acerca a ella y se empapa los labios. Le he visto entrecerrar los ojos antes de dejarla entrar. He imaginado su lengua apretándola contra el paladar y analizando sus detalles. Descubriendo sus aromas y desnudándola despacito.
La mira, mientras tanto, escondida en su vaso.
Ella baila y él echa su cabeza hacia detrás.
Se lo veo en las pupilas: se le forman palabras. Ácida, alcohólica. Le busca las cosquillas, la escucha. La entiende. Puedo imaginar cómo se siente esa cerveza, expuesta en su boca, desnuda y sin secretos, bailando entre sus labios porque, en fin, cómo no vas a dejarte hacer. Si te hacen tan bien.
Yo le observo sin entender nada cuando él le da una segunda oportunidad a sus palabras y la vuelve a probar, insistente, sin dejar el vaso. No le entiendo y él lo sabe. No digo nada. Les miro incómoda y fascinada ante el erotismo de sus labios contra el cristal.
Deseando ser cerveza

al menos, un ratito.

sábado, 8 de noviembre de 2014

8/11/2014

Madrid me prometió tantas cosas cuando llegué.

Tenía mis cuentos en la cabeza, veía personajes en cada cristal y en cada tren. Miraba la ciudad atestada de gente y sólo quería mimetizarme, sentirme una de ellos, fundirme en el estruendo nocturno de luces como eso, una madrileña. Vivir todo eso que se puede vivir absorbida por sus calles y gritos, y esa noche que no parecía acabar nunca.
Me dijo muchas cosas, Madrid. Algunas eran preciosas. La mayoría era mentira.

Pero me las aprendí de memoria, una a una.

Ha pasado el tiempo, claro. Hoy camino en sus calles y ya no son escenarios de cuento. Los edificios están manchados de recuerdos, los portales están sucios de besos, los bares tienen excesos que me avergüenzan y las aceras están gastadas de mis tacones borrachos cuando creía quererle tanto que me ahogaba. Nada es tan virgen como cuando llegué, la ciudad no es inocente, sino una ciudad conmigo. Hay promesas incumplidas esperándome con sus reproches en las esquinas, y hay cosas que olvidar en esos caminos que parecían tan nuevos. Ya digo los nombres de las calles cuando guío a los taxistas de vuelta a mi casa.

Han pasado seis años. He visto bostezar a Madrid, la he visto sin desmaquillar. La he visto borracha y me sé lo de sus mentiras. Y aun así, tiene ese algo. Ese algo que la hace capaz de llegar, seis años después, y cogerme del brazo. Porque hoy llueve y me frena en un semáforo para que la mire bien. Quiere hacer las paces y yo no sé decir que no.

Se ha propuesto invitarme a una copa. Está empapada y preciosa. Me seduce con sus luces como si volviera a tener dieciocho años y acabara de aterrizar con una maleta.
Hace conmigo lo que quiere. Qué puedo hacer yo.

En el fondo, lo sabe. Siempre he estado un poco enamorada de ella. 

miércoles, 1 de octubre de 2014

Nika

Escucha. 
Yo no tengo ningún problema con asumir el papel de amiga. De verdad. No me cuesta. Ser tu amiga está bien. Me basta. 
Bueno
No me basta, pero me
                                ... vale. 
Puedo reírme contigo, y hablar contigo, y dejarte que me cuentes todo lo que quieras, incluso cuando hablas de ella.

Ella.
Me encantaría que me cayese mal, eso lo haría todo más fácil.
Pero no puede caerme mal. Me hablas de ella y, joder. Lo entiendo, ¿sabes? Todo. Es preciosa, es inteligente y tiene un humor que encaja contigo. Me hablas tan bien que hasta yo me enamoro un poco. Es... perfecta para ti. Y lo veo. Y eso me rompe un poco. Porque no puedo competir.

Está bien. Sé perder. Sé cuándo he jugado hasta mi última carta y sé cuándo no soy suficiente. 
Pero no puedo alegrarme por ti. 
Eso es una mentira. 
No puedo alegrarme de saber que es capaz de hacerte reír o... de que la besas y que te acuestas con ella. No puedo alegrarme. Porque quiero todo eso. Y no me digas nada, sé cuándo rendirme. De verdad, ¿vale? no voy a darte la paliza y que me dedicaré a, ¡no sé!, a buscar por ahí a algún tío que se parezca a ti y que esté a la altura, y estaré bien y no pasa nada. 
No pasa nada.
Aunque me encantaría que algún día ocurriera algo en tu cabecita, que se te cambiara un chip, no sé, algo, y que me vieras a mí y te dieras cuenta de que ella está allí pero yo estoy aquí. 
Que estoy aquí.

Así que si eso pasa dímelo. Porque dudo mucho que alguien sea capaz de reemplazarte.
Y probablemente lo deje todo, como en esa canción, si me dices ven. 
Pero no sé por cuánto tiempo. 



De esto que, estando en el metro, un personaje secundario toma la voz cantante en tu cabeza. Y o lo escribes o... bueno. O lo escribes.

miércoles, 4 de junio de 2014

Cicatrices

Hace tanto tiempo que no miraba las arrugas en mis manos que no me había dado cuenta de que algunas en realidad son cicatrices. En el fondo es más cómodo cerrar los ojos muy fuerte, como cuando de niña la sombra de una pila de ropa amenazaba sobre monstruos y sólo quería quedarme dormida muy rápido.
El problema de los años es que intuyes que no por cerrar los ojos vas a cambiar tus pesadillas, y al abrirlos solo te esperan cercanías atestados de gente que te hacen sentir más pequeñita, más vulnerable.

Yo creía que lo bueno de las grandes ciudades era esa sensación de anonimato compartido, ese cruce de miradas entre extraños capaz de conectar y hacerte sentir en casa en mitad de la Gran Vía. Pensaba que daba pie a todas esas películas, y libros. Y ya no llevo la cuenta de los cafés para llevar que intentaban refutar mi teoría mientras soportaba los empujones de los extraños al pasar.

Mis pies ya se han hecho a las aceras de Atocha. Han cambiado los rostros de mis sueños y pesadillas sin dormir, apoyada en el alfeizar de mi ventana, y mastico las palabras dichas por personas que ayer no significaban nada y mañana, tal vez, tampoco. Cambian las vistas de mi ventana, pero sigo en mi Madrid. Entre mis arrugas hay alguna cicatriz de todas las heridas mal cerradas.

No he gastado tiempo en leer mis manos. Nunca he creído en la suerte. 

lunes, 26 de mayo de 2014

24/05/2014

Spoiler alert

A veces pienso que hay personas que comparten su vida contigo sin apenas hacer ruido.
A otras, en cambio, les basta una noche para derribar tus barandillas y lanzarte al vacío de un golpe.

Nunca he creído en el destino, pero tampoco en las casualidades.

Creo, más bien, en ese algo que hace que una persona sepa leerte las retinas y decir lo que tiene que decir. En cuestión de minutos es capaz de darle la vuelta a tus ideas, a tus porqués y, si le dejas, a tu ropa. Y joder, qué difícil es decir que no.

Es un arma de doble filo. Si se lo permites, ten por seguro que te desmoronará y pasarás la mañana siguiente intentando encontrarte entre los pedazos que ha hecho de tu mundo, y puede que te dejes llevar por el pánico cuando comprendas que no tienes ni idea de dónde estás.

Porque lo peor de esas personas no es que hayan puesto tu mundo patas arriba.
Es que han sabido ver que estaba del revés, aunque tú no te dieras cuenta.


domingo, 22 de diciembre de 2013

Carta de amor egoísta

“Querido tú,

Aún no lo sabes, pero vas a enamorarte de mí. Puede que aún no lo sepas, pero en no demasiados meses vas a descubrirte a ti mismo como la mitad de un dos. Y no habrá vuelta atrás.
Yo te querré. Como una verdadera loca. Como una heroinómana a su droga, como una cleptómana de tu tacto, como alguien que sencillamente necesita un puto psicólogo. Pero no te recomiendo que dejes que eso ocurra. Yo no soy de querer como se quiere en los libros de autoayuda. No podré estar contigo, es así de simple. Los fantasmas de mi cabeza  me repetirán una y otra vez los múltiples motivos por los que es mejor así. Filtraré mi querer y no poder en gritarte por teléfono. Te apartaré; pero esperaré que entiendas que necesito que me abraces contra mi voluntad.
Ni contigo ni sin ti. Así de fácil, ¿no?
Voy a pedirte que me olvides, pero me enfadaré si lo haces. Ni me hables de amistad, pese a que sea el principal lema de mi discurso. Me mostraré impasible a tus propuestas, pero estaré deseando en silencio que por favor, por favor, me convenzas. Que me persigas y me obligues a besarte, para después empezar el ciclo y apartarte, llevarme el recuerdo de tus labios a mis sábanas y revivir tus frases una por una.
Nunca se escribirá sobre gente como nosotros, ¿sabes? Que no sabemos ser, ni podremos ser nada. Yo tan sólo te querré llena de egoísmo e incoherencia. Más de lo que sé. Más de lo que me enseñaron a gestionar e infinitamente más de lo que me gustaría.”



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