sábado, 30 de enero de 2010

Yo también puedo escribir una jodida historia de amor


Dice Carlos Salem: "Yo también puedo escribir una jodida historia de amor. Sólo tengo que rebuscar en mi propia vida. Cambiar nombres y finales. Sobre todo finales".
Y no una, sino varias, han sido las que nos ha regalado en este libro de relatos que sorprende por su fuerza. La dureza, a veces brusquedad, del autor, contrasta con una profunda sensibilidad que se esconde tras sus palabras. Cada relato, ambientado en escenarios distintos y de lo más variopintos, supone un análisis de las relaciones humanas, una revelación de personajes y actitudes que, ejercida a veces con humor y otras con algo de violencia, deja al lector con sabor a vida. Una estación de metro, el cuarto de baño de un bar, un aeropuerto... cada desafío que plantea el autor es resuelto con una maestría innegable, y con un estilo inconfundible por encima de los diferentes registros que toca.
A Salem se le conoce en ocasiones como el Bukowski de Malasaña, y sin atreverme a un juicio de comparaciones sí diré que se trata de un escritor que merece una consideración aparte. Un auténtico exponente de la cruda narrativa de los últimos tiempos que, con estas pocas páginas, me ha dejado con ganas de más.

jueves, 21 de enero de 2010

Under construction

Olvido. (19/I/10)
Ya no recuerdo el último día que taché el calendario.
Lo he olvidado. Ya pasaron los días de gastar tinta en borrar un número del mes. No hay equis, ni saña. Sólo hojas con cuadros que no significan nada más que una forma geométrica.
Y ropa sucia en el suelo. Y humo en las sábanas, pegajoso. Y un cielo que aún de noche es amarillo, y ciega de luz la habitación. Y unas ganas de hablarte, de coger el teléfono y alcanzar tu garganta, por si las moscas. No vaya a ser que realmente estés al otro lado.

He olvidado también aquello de las manos y las piernas. Eso de las conversaciones absurdas sobre disolventes lácteos, deportes de riesgo y ciencia ficción. Eso de, frente a frente, imitar el movimiento de tus cejas. Hasta conseguir enfadarte y arrancarte una de esas muecas, uno de esos murmullos de pesadez que te llevaban de vuelta a tu cinematografía.
He olvidado también al protagonista de tu película. Y a sus manías. A su peculiar manera de mirar el techo, escrutándolo con los ojos como si incluso allí fuera capaz de encontrar algo interesante. Seguramente lo había, pero jamás fui partícipe del guión y, al margen, me contentaba con mirar haciendo eses en tus brazos.
En cualquier caso, lo que quiero decir es que lo he olvidado todo, escondida entre cáscaras de pipa y latas arrugadas. Que ya no lloro, porque ya no me acuerdo de cómo se hacía. Que hace tiempo que no miro si es verdad eso que dicen de que con el paso de los días crecen las uñas.Porque poco sentido tiene mirar un reflejo en la espuma de la cerveza para intentar reconocerme. Y menos aún lo tiene coger el teléfono para saber si aún existes; para saber si tú, desde tu película, podrías decirme quién soy o asignar un papel para mí. Por muy humilde y secundario que fuera.

Pero a veces me gustaría comprobar si tu voz se pega al teléfono, de la misma manera que el tabaco a la sábana y el sudor a la piel. Y me gustaría bordar de nuevo cada una de las gilipolleces que me dio por decirte y repetírtelas de golpe, rápido y sin respirar, a ver si así yo también me las creo.
Para añadir a ellas que ya no recuerdo el último día que taché el calendario.
Que ya no lloro. Que ya sólo como pipas.
Jara Santamaría.

domingo, 17 de enero de 2010

Alas de mar y prosa


"La prosa y los versos de Escandar Algeet son un auténtico hostiazo, unas veces de amor a la vida y otras veces por el amor a pegarse contra ella (casi todas las noches). Sentimientos que hacen temblar"

Esas palabras anuncian en la contraportada del libro de Escandar una mínima aproximación a lo que supone leer su obra. Yo la tuve en mis manos ayer, en la misma presentación a la que tuve el placer de acudir, en un club de Malasaña claustrofóbico y encantador. En cualquier caso, ya le había seguido antes, mil veces, en su blog. Perderse entre sus palabras es perderse entre alcohol y vida, es mezclar sexo y poesía. Sobrecoge ser consciente de cómo este autor te hace partícipe de su historia, haciéndo el amor con las palabras, -por muy cliché que suene, jamás había comprendido lo que eso significaba hasta que leí sus primeros versos-. Del mismo modo, escupiéndolas, arañándolas. Como hablaría un chico de ojos tristes y un sombrero en la cabeza, intercalando sorbos a un botellín de cerveza entre poesía y poesía (qué gusto verle en ese estado, frente a un micrófono con forma de pies de cabaretera).
Disfruté de oirle, de combinar su voz frágil con la fuerza de sus palabras. Y como yo, disfrutamos todos.
Ahora, con el libro en mis manos y una firma en la primera página (no pude evitar acercarme y aplaudir su obra), vengo aquí para recomendar esta pequeña maravilla de 110 páginas a todo aquél que disfruta de la buena poesía.
Para los indecisos, dejo también un vídeo que colgaron en Internet y que fue un fenómeno de youtube. No es su mejor poema, me atrevo a decir, ahora que he leído unos cuantos, pero sí puedo decir que es una pequeña muestra, un aperitivo, de todo lo que Escandar Algeet ha creado y ahora nos regala.
Disfrutadlo.


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