lunes, 28 de febrero de 2011

Extras, de Scott Westerfeld


Extras, de Scott Westerfeld. Editorial Montena, 2011, Colección Ellas. 411 pp. 15’95€.

Ha pasado mucho tiempo desde que Tally Youngblood salvara la ciudad de Nueva Belleza. Aquel mundo superficial, donde los chicos y chicas se sometían a una cirugía estética con 16 años hasta convertirse en “cabezas de burbuja”, había sido erradicado gracias a una lluvia mental que devolvió la inteligencia a sus habitantes. Tally, de ese modo, había dejado a su paso un mundo nuevo donde las personas aprendían a respetarse a sí mismas, así como a la naturaleza. Sin embargo, lo que Tally no previó es que tras su partida una nueva obsesión poblaría la mente de los habitantes de la ciudad: la fama. Los jóvenes, si bien habrían abandonado su obsesión por las fiestas y la cirugía indiscriminada, vivirán encadenados a su deseo de ser los primeros en un ranking de popularidad. Cueste lo que cueste.

Extras es la cuarta entrega de la saga Traición, de Scott Westerfeld, en la Editorial Montena. Una vez más, el autor configura un relato atrapante y original que recrea, gracias a un universo futurista, un duro análisis de los problemas de la sociedad actual y una crítica hacia el absurdo de los valores que hoy en día priman en el mundo. Los tres primeros libros reflejaban la obsesión por la belleza; este último va un paso más allá y muestra una realidad obsesionada por la fama y el reconocimiento a cualquier precio.

Por primera vez en la saga, Tally Youngblood abandona su papel protagonista. Esta vez, el personaje principal lo encarnará Aya, una joven de 15 años que pertenece al grupo de “lanzadores” compuesto por un conjunto de paparazzi o periodistas que buscan los hechos noticiosos para darlos a conocer y obtener a cambio la tan deseada popularidad. La introducción de personajes nuevos, así como el cambio de protagonista, es un riesgo que Scott Westerfeld solventa de manera excepcional. Extras llega cargado de originalidad y frescura con respecto a las entregas anteriores, manteniendo en todo momento su atmósfera pero añadiendo un ingrediente jugoso y sorprendente como lo es Aya.

Esta joven lanzadora es un personaje complejo. El lector a menudo cuestionará su manera de pensar y actuar, hecho que ya conseguía el autor con Tally Youngblood en el primer libro y que ahora vuelve a recuperar gracias a Aya. Los personajes de esta saga son tan reales que en ocasiones la identificación resulta incómoda; pues tienen el acierto de mostrar cómo somos, y no tanto cómo queremos ser.

Una saga, en definitiva, que logra reinventarse sin abandonar aquellos ingredientes que ya hicieron de ella un éxito entre los jóvenes en sus primeros libros. Una inteligente crítica a la sociedad, una historia de ciencia ficción, aventuras y también, aunque en menor medida, una pizquita de romance.


Reseña publicada en Culturamas.

viernes, 11 de febrero de 2011

Carta a un viajero


La primera vez que nos vimos, yo tenía la cabeza apoyada en el hombro de mi padre. Tú dabas vueltas por el cercanías y decías eso, eso que dices siempre con un monólogo casi aprendido, toda la retahíla de “buenas noches, lo primero de todo perdón por molestarles…”. Pasaste frente a nosotros y creíste que éramos una pareja. Mi padre se indignó, negó con la cabeza y murmuró por lo bajini. A mí en cambio, por alguna razón, me resultaste bastante divertido. Me reí. Me miraste y no entendiste muy bien por qué, pero también te reíste.

“Cada día vengo aquí y pido su colaboración, porque es lo más digno que puedo hacer...”. Yo te di una moneda, y dijiste “gracias”.

Una semana después, volví a subirme a esa línea de cercanías. Agotada, cargada de peso y con un mal día a cuestas, me dejé caer en un asiento y me dispuse a mirar por la ventana hasta que lo escuché.

-Buenas noches, lo primero de todo perdón por molestarles…

Ahí estabas tú, otra vez. Tus ojos azules, tus botas de monte, tus vaqueros y tus primeras canas; repitiendo lo mismo. Conforme hablabas la gente miraba al suelo, y supongo que eres consciente de que es lo que suele pasar. Siempre es más cómodo mirar al suelo. Recordarse a uno mismo que “así no es como deben hacerse las cosas” es indiscutiblemente más cómodo evitando la mirada directa de quien te pide ayuda.

Yo no era consciente. No del todo, o al menos no lo hice a propósito, pero sí te miré. Porque te había reconocido, porque habías confundido a mi padre con mi pareja y porque era un divertido disparate que, traído a la memoria, aliviaba un poco el mal día. Y sonreí.

Y me viste. Y paraste el discurso.

“Gracias. Gracias, por tu sonrisa”.

No me reconocías, no sabías a qué venía. Pero supe que lo decías en serio, te entendí en seguida. Te entendí porque yo también agradecí tu sonrisa. No supe qué decir, así que asentí con la cabeza, te di una moneda y dije “suerte”.

Cada viernes, con alguna excepción, vuelvo a verte en el tren. Caminando por el vagón de arriba abajo, diciendo “buenas tardes, lo primero de todo perdón por molestares…”, y me quito los cascos para poder oírte hablar y que, por un momento, olvides eso de que la gente mira al suelo. Te doy una monedilla, “no mucho, no hay más”, suelo decirte, pero algo me dice que vale más lo otro, lo de quitarme los cascos y mirarte a la cara.

“La que siempre me sonríe”, me has dicho hoy, y algo se ha movido en mi estómago al ver que efectivamente me reconoces. Te he dado la moneda y he dicho “el que siempre me sonríe”. Porque sí, no sé si te has dado cuenta, pero las sonrisas son intercambiables y valen mucho, y cada día que te encuentro en el tren compartimos un poco de alegría, otro tanto de “te entiendo, te veo, aunque no sepa nada de ti”, y algo de calderilla. No es mucho, ya lo sabes, sé que te lo esperas, pero te da igual.

No es así como deben hacerse las cosas. Esto es muy cómodo, si quisiera buscar un trabajo, lo encontraría. Me lo han dicho siempre. Han intentado inculcarme la idea de que no hay que contribuir a ese tipo de cosas porque va en detrimento de ellos mismos. Y no pretendo dármelas de heroína: puede, es muy posible, que tengan razón. Es muy posible que tú no lo estés haciendo bien, pero tampoco yo sé hacer bien las cosas muchas veces.

Así que no, no necesito saber tu historia, ni siquiera tu nombre. Puedes seguir siendo “el que me sonríe”, que yo haré lo propio. Y un día de estos, tal vez la próxima vez, sabré responderte a ese “gracias”. Ese “gracias” que sé que tiene implícito un “gracias por este voto de confianza, por tu altruismo, por no juzgarme”. Sabré responderte y diré “gracias a ti”. Por sonreírme, por mirarme y reconocerme en el vagón. Por ese voto de confianza, por tu altruismo, por no juzgarme tú a mí.

A fin de cuentas, no se trata de darte la moneda. La moneda es lo de menos y lo sabes muy bien; que esto no va de caridad. Esto va de que tú me das una sonrisa y yo a ti otra. Uno por uno. Y que la gente piense y diga lo que quiera.

Por eso, gracias.

viernes, 4 de febrero de 2011

El fenómeno Rubí

Rubí, de Kerstin Gier. Editorial Montena, 2010. Colección Ellas 358 pp. 157 x 222mm. 17’95€

Gwendolyn Sheperd es una chica normal, espontánea, algo torpe, que desde pequeña ha tenido que lidiar con una familia no del todo corriente. Su prima Charlotte, de hecho, parece haber heredado el gen de viajar en el tiempo, y toda su vida ha estado dedicada a prepararse en secreto para el gran momento. Gwen, en cambio, ha permanecido al margen de todo ese mundo. ¿Pero qué pasaría si se hubiesen equivocado? ¿Y si Gwen, y no Charlotte, hubiera heredado el gen de los viajes en el tiempo?

A raíz de este error, inconsciente o no, Gwen se ve sumergida en una aventura para la que nadie le ha preparado. En su camino, tendrá que comprender que su vida nunca más será la de una chica normal, sino que tendrá que aprender las costumbres del pasado y entender que un secreto del que nadie quiere hablar acecha a su familia. Por si esto fuera insuficiente, habrá de lidiar con su compañero de aventuras, Gideon, un chico poco mayor que ella y un tanto prepotente, que no parece tener la intención de hacerle el camino fácil.

Kerstin Gier, escritora alemana nacida en 1966, es la autora de este sorprendente y adictivo libro publicado por la editorial Montena, que el próximo 18 de febrero verá su continuación con Zafiro. En Alemania, la primera entrega ha vendido ya más de dos millones de ejemplares, y no es de extrañar. La novela combina acertadamente la magia inherente a los viajes en el tiempo con la naturalidad y frescura de una protagonista actual, compleja, verosímil y autosuficiente.Rubí atrapa desde la primera página, gracias a un original argumento que logra huir de los estereotipos, unos personajes variados, y una justa y muy atractiva dosis de romance.

La productora alemana Schlicht und ergreifend Film GmbH ya ha comprado los derechos de la trilogía para hacer una película, cuyo rodaje, según afirman, podría comenzar en noviembre de este mismo año. Los curiosos podrán obtener más información aquí, en la página oficial de la futura película. Hasta entonces, y a la espera de más información, los lectores podrán disfrutar muy pronto de la publicación de Zafiro y Esmeralda, que prometen encerrar muchas sorpresas.

(Hasta aquí, reseña publicada en Culturamas)

Aprovecho, ya que estoy, para pasaros el booktrailer. No está nada mal :)

miércoles, 2 de febrero de 2011

Madrid y tú

La gente pasa. El mundo gira. Sí, todo eso me lo sé ya. Algunos enferman, otros mueren, otros rechazan, discuten o, aún peor, olvidan. Otros quieren. Otros no te quieren. Y otros, por miedo a quererte demasiado, no quieren quererte. Baste dar un paseo por Madrid, cuando el sol se harta de nosotros y cierra los ojos. Sus caras, sus gestos, sus pasos. Y en medio de todos ellos, tú.

Tú, con esa mirada ingenua, con pájaros en la cabeza y demasiadas letras a cuestas, con ese “¿nos vamos a tomar algo?” siempre precipitándose en tu boca. Crees que me engañaste, pero te calé en seguida.

He visto cómo os miráis, Madrid y tú, cómplices, con la sonrisa ladeada de un crío con una travesura entre las zarpas. No se me escapa el guiño entre los dos. Os habéis propuesto liarme esta noche y, para qué mentirte, me dejo engañar. Nadie dice que no a Madrid. Nadie dice que no a un niño con la mirada ingenua y demasiadas letras a cuestas, por mucho que sepa que la travesura me va a costar cara.

Madrid y tú, “otra caña más, venga”, mis vacilaciones, tu seguridad y mi rendición. No finjas que te sorprende, niño grande, sabes de sobra que ya me he perdido. Que me dejo liar, que me pierdo donde tú me digas, esta noche. Solo esta noche. Donde tú quieras.

“Tú mandas”. ¿No?

(...)

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