La gente pasa. El mundo gira. Sí, todo eso me lo sé ya. Algunos enferman, otros mueren, otros rechazan, discuten o, aún peor, olvidan. Otros quieren. Otros no te quieren. Y otros, por miedo a quererte demasiado, no quieren quererte. Baste dar un paseo por Madrid, cuando el sol se harta de nosotros y cierra los ojos. Sus caras, sus gestos, sus pasos. Y en medio de todos ellos, tú.
Tú, con esa mirada ingenua, con pájaros en la cabeza y demasiadas letras a cuestas, con ese “¿nos vamos a tomar algo?” siempre precipitándose en tu boca. Crees que me engañaste, pero te calé en seguida.
He visto cómo os miráis, Madrid y tú, cómplices, con la sonrisa ladeada de un crío con una travesura entre las zarpas. No se me escapa el guiño entre los dos. Os habéis propuesto liarme esta noche y, para qué mentirte, me dejo engañar. Nadie dice que no a Madrid. Nadie dice que no a un niño con la mirada ingenua y demasiadas letras a cuestas, por mucho que sepa que la travesura me va a costar cara.
Madrid y tú, “otra caña más, venga”, mis vacilaciones, tu seguridad y mi rendición. No finjas que te sorprende, niño grande, sabes de sobra que ya me he perdido. Que me dejo liar, que me pierdo donde tú me digas, esta noche. Solo esta noche. Donde tú quieras.
“Tú mandas”. ¿No?
(...)
Nadie dice que no a Madrid. Nunca. No hay quien se resista.
ResponderEliminar;)
ResponderEliminarMaravillosa y tierna esa rendiciónn en Madrid. Es conveniente, de vez en cuando, entregarse a los placeres que esta vida nos tiene preparados y evueltos en papel de regalo. Es conveniente, muchas veces, no pararse a pensar. Enhorabuena por tu relato. Un saludo.
ResponderEliminarEres mi rincón favorito de Madrid, canta Pereza con gran acierto.
ResponderEliminarGracias, Marcos.
ResponderEliminarTu comentario me ha arrancado una sonrisa. Desde luego que sí, a veces merece la pena rendirse :)