jueves, 22 de noviembre de 2012

22/11/2012

Piérdete conmigo. No le eches la culpa al tiempo. Entre los dos conseguimos romper las barreras, y echar por tierra convenciones y prejuicios. Porque de eso se trata, ¿no? No hables de prisas, de palabras, o de versos. Pues no hay nada, sólo besos, y el amargo desvanecer de tu olor en mi almohada, cuando te vas.

 Y quién dice qué, y quién sabe nada. Si la luz de una vela abre más los ojos que cualquier revelación trascendental. Si no hay nada ahí fuera, más allá de estas cuatro paredes. Si no hay gritos que atraviesen nuestras sábanas, ni amenazas que atenacen más que nuestra ropa. Así que tú fuma, que yo tiro, y tú sigue, que yo te persigo. Que una noche de Madrid no es tan fría si está tu abrigo, y menos aún si tus labios me declaran la guerra.

 Duerme conmigo. Como imploraba Marea en esa canción que ni escuchas ni te incumbe. Duerme conmigo y despiértame, ahógame, revíveme a bocanadas. Yo te haré todas esas promesas que nadie piensa en cumplir cuando trepan por la garganta y escapan a bordo de un par de copas de más. Pues sé de buena tinta lo de tus miedos, y mis pesadillas. Y todo eso de las palabras impronunciables, los fantasmas que acechan y los monstruos que se esconden bajo la cama.

Pero no le eches la culpa al tiempo.

Desafía a la lógica. Apuesta a un número par.

Y piérdete conmigo.

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