lunes, 28 de septiembre de 2009

El marcapáginas vuelve para quedarse.

Esta mañana, iluminado por el primer rayito de sol filtrado en una caótica residencia de estudiantes, el marcapáginas ha asomado su cabecita de entre las amarillentas páginas de un libro. Ha bostezado, se ha estirado y ha aprovechado para precipitarse a la cama donde una perezosa estudiante todavía dormía.
Ella ha agarrado el marcapáginas, ha abierto los ojos de golpe y, con los ojos fijos en un techo lleno de pegatinas, ha dicho "madre mía, ya estamos casi en octubre".

Así es, lectores y lectoras, el marcapáginas abandona hoy sus vacaciones para volver a este joven y aún ruinoso blog. Dentro de poco tendréis de nuevo mis recomendaciones literarias (que hablo aquí en plural y sólo he colgado una, ¡qué poca vergüenza!), todo evento literario del que pueda hablaros y demás temas. Hoy por hoy, os saludo a todos -si es que todavía os acordáis de mí ;)- y os dejo con un pequeño regalito, así, para comenzar bien la jornada 09-10 de "El marcapáginas": Un fragmento de "Los cínicos no sirven para este oficio" escrito por John Berger (el fragmento; que el libro es de Kapuscinski) que a mí me ha parecido una verdadera delicia.

"¿Por qué relatamos historias? ¿Para pasar el rato? A veces. ¿Para informar? ¿Para decir algo que no ha sido dicho todavía? Sí, a veces, sólo para ganarnos el pan de cada día o para hacer que la gente entienda lo afortunada que es, dado que hoy la mayor parte de los relatos son trágicos. A veces parece que el relato tenga una voluntad propia, la voluntad de ser repetido, de encontrar un oído, un compañero. Como los camellos cruzan el desierto, así los relatos cruzan la soledad de la vida, ofreciendo hospitalidad al oyente, o buscándola. Lo contrario de un relato no es el silencio o la meditación, sino el olvido.
Siempre, siempre, desde el principio, la vida ha jugado con el absurdo. Y dado que el absurdo es el dueño de la baraja y del casino, la vida no puede hacer otra cosa que perder. Y, sin embargo, el hombre lleva a cabo acciones, a menudo vailentes. Entre las menos valientes, y no obstante, eficaces, está el acto de narrar. Estos actos desafían el absurdo y lo absurdo. ¿En qué consiste el acto de narrar? Me parece que es una permanente acción en la retaguardia contra la permanente victoria de la vulgaridad y de la estupidez. Los relatos son una declaración permanente de quien vive en un mundo sordo. Y esto no cambia. Siempre ha sido así. Pero hay otra cosa que no cambia, y es el hecho de que, de vez en cuando, ocurren milagros. Y nosotros conocemos los milagros gracias a los relatos." John Berger.

Y con esto y un bizcocho... =)
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