domingo, 22 de abril de 2012

"Alma,

Él no bebe cerveza. 
Creo que no hay vocabulario todavía que describa lo que ocurre cuando sus labios la tocan y hasta el vaso se estremece.
No es algo que se vea todos los días. Creedme si os digo que entre ellos ocurre algo que te hace sentir indiscreta si lo miras. No sé quién seduce a quién, ni sé mi papel cuando se acerca a ella y se empapa los labios. Le he visto entrecerrar los ojos antes de dejarla entrar. He imaginado su lengua apretándola contra el paladar y analizando sus detalles. Descubriendo sus aromas y desnudándola despacito.
La mira, mientras tanto, escondida en su vaso. 
Ella baila y él echa su cabeza hacia detrás. 
Se lo veo en las pupilas: se le forman palabras. Ácida, alcohólica. Le busca las cosquillas, la escucha. La entiende. Puedo imaginar cómo se siente esa cerveza, expuesta en su boca, desnuda y sin secretos, bailando entre sus labios porque, en fin, cómo no vas a dejarte hacer. Si te hacen tan bien. 
Yo le observo sin entender nada cuando él le da una segunda oportunidad a sus palabras y la vuelve a probar, insistente, sin dejar el vaso. No le entiendo y él lo sabe. No digo nada. Les miro incómoda y fascinada ante el erotismo de sus labios contra el cristal. 
Deseando ser cerveza

al menos, un ratito.

5 comentarios:

  1. Las historias de amor más grandes son aquellas truncadas por la vida. Son las que se recuerdan de ciento a viento, haciendo otras cosas, y te preguntas "¿y ella? ¿pensará en mí también?"

    Tú lo escribes, yo asiento.
    Y qué bien, Jarita. Qué bien escribes.

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  2. La diferencia entre un escritor con talento y otro con vocación de eternidad radica en la inteligencia emocional del corazón que maneja el bolígrafo.
    En ti rebosa y, además, se da la feliz coincidencia de que tu talento deslumbra; lo de la inteligencia emocional radica en tu manera de transcribir al papel situaciones que todos hemos vivido alguna vez; pero, que, como son meditaciones interiores, muy parecidas a los sueños, no sabemos verbalizar correctamente.
    Tú logras clarificarnos todo esto, lograr que reconozcamos como nuestra esa emoción; algo así como si nos regalaras instantes que, saliendo de ti, los absorbemos y reconocemos como nuestros.
    Es una alquimia que solo puede lograr alguien que conoce la vida, una observadora de los sentimientos como tú que, sin forzar la emoción, logras vestir de realidad muchas de las bellas ensoñaciones que inventamos para defendernos de una realidad gris y difusa (o de un viaje nocturno en un autobús vacío)
    Eres muy joven, no hagas como yo, que me quedé en el camino; tienes madera y las herramientas necesarias para llegar muy lejos.
    Y, me dice el corazón que, encima, eres una buena persona.

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    1. Querido José,
      No sé si te llegará un aviso de mi respuesta, porque no controlo blogger muy bien.
      Querría disculparme por tardar tanto en contestarte. Cuando leí tu comentario me emocionó muchísimo, y como no lo leí en buen momento (estaba en el trabajo) decidí esperar a llegar a casa para darte una respuesta merecedora de tu comentario, que supiera hacerte llegar mi agradecimiento ante palabras tan bonitas. Sin embargo, cuando llegué tampoco supe qué decirte, y lo fue dejando... Total que al final parezco una desagradecida. No lo soy, pero sí bastante cohibida. Tus palabras me conmovieron.
      Yo temo a veces quedarme en el camino, porque tengo un pánico a la página en blanco al que no sé muy bien cómo enfrentarme cuando se trata de novela, pero trabajaré duro. Porque no sé hacer otra cosa que no sea esto. Y por eso, palabras como las tuyas, me llenan de fuerza y ánimo.
      Muchísimas gracias, por eso. Sólo pensar que algo de lo que yo escriba puede hacer que personas como tú desconecten 5 minutos y disfruten un poco hace que todo cobre un poco más de sentido.

      Jara

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