Dicen de ella que es la esperanza del fado. Todavía no ha cumplido los treinta, pero eso poco importa; cuando Carminho pisa el escenario, convence, crece y deja al público sin respiración. Su paso por la sala Galileo Galilei, de Madrid, se enmarca en la Mostra Portuguesa, una semana en la que los españoles pueden conocer y acercarse a la cultura de Portugal, desde la literatura hasta la gastronomía. Pasando, claro, por la música.
El público la espera en la sala, algunos con conocimiento, otros tantos con curiosidad. Para quien no ha escuchado fado a menudo, la noche se presenta intrigante y dispuesta a sorprender. Y sorprende. En un escenario oscuro se sientan los músicos, que ofrecen las primeras notas de lo que será el concierto, y entonces, luciendo un largo vestido negro, aparece ella. La luz ilumina solo su contorno. Carminho comienza a cantar.
Su aspecto joven encierra una voz con una fuerza asombrosa, grave, “impresionante”, susurran algunos espectadores. Canta en portugués pero consigue que, por un momento, todos comprendamos su idioma. Su cante, tan pronto llanto como susurro, gira, a veces con un aspecto frágil, como si fuera a romperse. Arrastra al público, le hace partícipe. Transmite nostalgia; pero también rabia, angustia, desesperación y, a veces, alegría. No importa. El público asiente, se lo cree y canta con ella.
Son las canciones de un disco que le ha costado un tiempo sacar por no sentirse “preparada”, según ella misma explica en el concierto. Aun así, lleva cantando desde los 12 años, inspirada por la música de Lucilado Carmo, Amalia Rodrigues o Fernando Mauricio. El álbum no podía llevar otro nombre, “Fado”, como muestra de respeto hacia sus raíces y a ella misma, según afirma.
Dicen de ella que es la esperanza del fado. Pero dicen aún más. Dicen que lo reinventa. Que combina la tradición con la innovación, que funde lo nuevo y lo viejo y lo convierte en música. Por lo pronto, los que todavía estamos descubriendo el fado, aquellos que tuvimos la suerte de escuchar a Carminho como toma de contacto con la canción lusa, aplaudimos en el teatro conmocionados, sorprendidos y satisfechos.
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