lunes, 17 de enero de 2011

Retrato

No pensaba subirlo, pero a veces te hacen cambiar de opinión... :)


Tiene setenta y ocho años. Es lo primero que me dice.
Se ayuda de su marido para subir el escalón del metro, pero inmediatamente suelta su brazo y se coloca en medio del vagón, de brazos cruzados, con una sonrisa satisfecha. Intentamos que se agarre a la barra y le ofrecemos espacio. El vagón está atestado de gente, pero no le importa.
-Setenta y ocho años, hija mía –se dirige a mí. Se ríe y niega con la cabeza, como si de repente aquello pareciese una soberana tontería. Lo es, es una tontería; no hace falta mirarla mucho tiempo para ver más allá de esas arrugas. Esa mirada suya tiene veinte años, quizás veintidós, sus ojos hierven furiosos de vida-. Estoy vieja, pero no tengo que agarrarme a la barra. ¡Yo nunca me caigo!
“¿Vieja tú?” Hacía tiempo que nadie me tomaba tanto el pelo.
-Yo sí me caigo si no me agarro a la barra del metro- apunto, y le arranco una sonrisa. Murmura por lo bajo y no alcanzo a escucharla.
Tirso de Molina, Antón Martín y Atocha. Tres paradas y nuestra primera y única conversación. Algo así como un viaje en el tiempo digno de Marianne Curley. Yo, que solo pretendía hacerle un hueco en el metro para que pudiera agarrarse, me veo aturdida ante su equilibrio innato, su cabeza bien alta y su mirada de haberlo vivido todo. Y mucho.
-Tenéis que tener cuidado –me confiesa de repente, tomándome del brazo-. Nada de ir a los sitios oscuros. Ni para dar besos a un chico ni nada, ¿entiendes?
-No se preocupe, si yo no…
-Mujer, que no hay que ser hipócritas. ¡Hay que darse besos! No es nada que nadie haya hecho. Todos hemos hecho de todo –dice, y enfatiza graciosamente ese “de todo” con una mirada granuja a su marido. Él la sonríe, y hay algo muy vivo en sus miradas, casi colegial, casi adolescente. Un soplo de aire fresco en medio del calor del metro-. Los besos mejor debajo de una farola, hija mía, hazme caso.
-Lo tendré en cuenta, se lo prometo.
-Los besos hay que darlos. Hay que dar muchos, ¿sabes? Si quieres a alguien, es tu responsabilidad demostrárselo. Pero hay que hacerlo bien.
Me río, no lo puedo evitar, aturdida, todavía sorprendida con esa charla de “mujer a mujer”, llena de sus palabras y sabiendo que no es una conversación cualquiera, que no es un día cualquiera, que no es una mujer cualquiera.
Tirso de Molina, Antón Martín y Atocha. Tres paradas y nuestra primera y única conversación. Algo así como un viaje en el tiempo digno de Marianne Curley, sí. Una de esas escenas inesperadas que me dejan sonriente, sorprendida y negando con la cabeza mientras subo las escaleras de la salida del metro, pensando “ay, Jara”, pensando “y tú que no creías en la fantasía”.

4 comentarios:

  1. No sé por qué no querías subirlo, porque a mí me ha encantado ^^

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  2. Muchas gracias, Sheikh! :) Supongo que siempre me pasa, me cuesta muchísimo subir las cosas al blog!
    Un beso

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  3. Es maravilloso que alguien siga tan vivo a esa edad! Ojalá nosotras seamos así :)

    Muy bonito! :)

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  4. Es necesaria la fantasía en muchas ocasiones de nuestra vida. Sin duda, es maravillosos encontrase con algjuien tan lleno de vitalidad, con esos años físicos pero con solo una veintena en el corazón. Es precioso el relato. Por favor, no dudes en seguir subiendo más textos así.

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