Hablar de China es enfrentarse al miedo a lo desconocido. Cuando un occidental se acerca a ella, le viene a la cabeza inevitablemente el apelativo de “gigante asiático”, y de inmediato comienza a hablar de números, de PIB, de exportaciones, de potencia emergente, de “segunda economía mundial”. Pero China es algo más que cifras.
Muchos autores coinciden en que el auge de China en el comercio internacional va a desarrollar un nuevo orden mundial más descentralizado, que dé lugar a una nueva concepción de mercado, quizás más basada en el “capitalismo de estado”. No obstante, rara vez nos paramos a pensar qué conlleva un protagonismo tan evidente de China, más allá de los valores económicos. Son más cosas las que el país asiático puede exportar si sus decisiones adquieren relevancia a nivel internacional. Lamentablemente, no todas son buenas.
China es un país muy avanzado económicamente, pero socialmente le queda todavía mucho camino por andar. El Partido Comunista de China (PCCh) ha aniquilado desde los años 50 a toda una corriente de intelectuales por ser considerados contrarrevolucionarios, y desde entonces no se ha escuchado a una voz que no sea la oficial, la del Partido, la comunista. Mientras tanto, ante la pasiva mirada internacional, el Gobierno Chino ha perpetrado crímenes de manera continuada, ha vulnerado los derechos humanos de toda disidencia y pasado por alto las denuncias de organizaciones humanitarias como Amnistía Internacional.
Baste decir el nombre de Liu Xiaobo, Premio Nobel de la Paz en 2010 por la redacción de la carta 08, un texto que a cualquier ciudadano de un país democrático pudiera parecerle evidente e inofensivo. Xiaobo fue encarcelado y su concesión del Nobel fue duramente criticada y censurada por el gobierno chino. No se puede olvidar tampoco a Ai Weiwei, artista que también fue detenido ilegalmente. Hay más, claro. La lista es larga: la represión en el Tíbet, el tráfico de órganos contra los practicantes del Falun Gong…
La represión, la práctica ausencia de derechos humanos, es desalentadora. Quizás por eso a muchos les entra el vértigo cuando piensan en ese nuevo orden mundial que, según anuncian las previsiones del FMI, estará controlado por China en 2016. EEUU, sin ir más lejos, observa al país asiático con recelo, pero no lo pierde de vista. No es baladí que en la última visita de Obama a Asia, con motivo de la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, se reuniese tanto con el Primer Ministro Wen Jiabao como con el presidente Hu Jintao. Sus relaciones son tensas; mientras Obama acusa a China de no cumplir las normas en cuanto a la cotización de sus divisas, China le acusa de interponerse en las disputas que mantiene con otros países asiáticos por las islas Spratly y Paracel.
China está tensa. EEUU ha anunciado que a partir de 2012 desplegará tropas en Dar-win (Australia), completando así un eje que se extiende también en Japón, Corea del Sur, Taiwán y Guam. Pero es evidente que también a Obama le sudan las manos cuando piensa en el país asiático. Por eso tanto control. EEUU tiene a China en su punto de mira.
No es el único. Los occidentales tememos a China, con el mismo recelo con el que se teme a lo misterioso e indescifrable. El Partido Comunista está lejos de ser un partido democrático, pero es un error de todos el asimilar a China con el PCCh que ahora mismo le gobierna. Los tiempos cambian, y la globalización llega para todos, tarde o temprano. China ha concentrado todos sus esfuerzos en la eliminación de la disidencia y de ideas contrarrevolucionarias, pero en algún momento descubrirá que cerrar las redes sociales (Facebook y Twitter están prohibidas) poco puede hacer para frenar la información que los chinos reciban desde occidente.
Tarde o temprano, los ciudadanos descubrirán que existe una alternativa. Quizás dentro de no mucho estemos hablando de una primavera china. En la actualidad, al menos, aumenta la escolarización de los niños, aumenta asimismo el PIB y la calidad de vida de sus habitantes, y se revela una cierta occidentalización de la cultura china. Poco a poco, todos imitamos, todos nos parecemos. Los países árabes del mediterráneo celebran ahora elecciones democráticas. China, por el momento, celebra ferias de gastronomía internacional y adopta al perro como animal de compañía. Tal vez esto solo sea el comienzo.
China...tema tan de moda ahora. ¿Qué espera la gente con tanto comentario? ¿Que pase como en otros levantamientos que ha habido hasta ahora? parece que estamos todos esperando a que despierten los chinos y se arme una buena.
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