Ha llegado la hora de Egipto. Hombres y mujeres aguardan en largas colas desde las 8 de la mañana para votar en las primeras elecciones sin Hosni Mubarak. Han tenido que esperar más de 30 años, pero los ciudadanos egipcios pueden recoger ya los frutos de la primavera árabe y los partidos políticos, tras las sombras bajo el mandato de Mubarak, podrán ser elegidos de manera democrática. Al menos, esa es la teoría.
No escasea el escepticismo a nivel internacional, ni tampoco entre los propios votantes. Conviene recordar que desde hace algunos días se producía una nueva oleada de revueltas que se saldaba con la intervención del ejército. La sangre corre en el país del Nilo con un caudal preocupante. Algunos, incluso, apuntan a que las cifras son más escandalosas que cuando todavía estaba Hosni Mubarak en el poder. La escritora cairota Ahdaf Soueif afirmaba: “hemos tenido 40 víctimas mortales en sólo cuatro días: esto es peor que con Mubarak.”
Tras su cese del poder, es el mariscal Mohamed Tantaui su sucesor provisional hasta junio, cuando termine el larguísimo y complejo proceso electoral. Mientras tanto, el SCAF (Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas) ha empleado la fuerza física contra la revolución, con actuaciones espeluznantes, como la matanza a la minoría copta que se manifestaba en El Cairo de forma pacífica en el pasado mes de octubre. La agresividad no frena con el paso de los días. Muy al contrario, Tantaui, mostraba una actitud amenazante con respecto a las elecciones, asegurando “consecuencias extremadamente graves” contra los “alborotadores” que interfirieran en el proceso.
Muchos se cuestionan si éstas serán limpias. Los ciudadanos no olvidan que Tantaui fue uno de los más cercanos colaboradores de Mubarak, y la tradición democrática de este país deja mucho que desear. No obstante, los egipcios depositan su confianza en las urnas, y los medios de comunicación hablan de éxito. En cualquier caso, una cosa está clara: Egipto se juega la credibilidad de su sistema democrático en estas elecciones. Y la Comunidad Internacional, por el momento, no le mira con buenos ojos.
Con respecto al ganador, todo apunta a los Hermanos Musulmanes, grupo político partidario de un gran protagonismo de la religión islámica en la vida política. Si los pronósticos se cumplen y los Hermanos Musulmanes se erigen como ganadores en la legislativa, la nueva constitución estaría basada en la Sharía (ley islámica) y las minorías religiosas, como los coptos, habrían de buscar su lugar en el país con una cierta dificultad.
Egipto no está solo. Se prevé que los frutos de la primavera árabe sean, a grandes rasgos, gobiernos islamistas. Túnez encontraba en Rachid Ghannouchi, líder islamista, al presidente de su primer gobierno tras la caída de Ben Alí. El mismo camino seguía Marruecos, que daba el poder al partido islamista Justicia y Desarrollo (PJD). También en Libia el presidente del Consejo Nacional de Transición (CNT), Mustafá Abdel Yalil, instauraba la Sharía hasta la convocatoria de elecciones. Las consecuencias aún están por revelarse. Sin ir más lejos, el caso de Libia trajo consigo la despenalización de la poligamia (pues así lo estipula la ley islámica), lo cual supuso un retroceso para las mujeres libias.
La Unión Europea critica duramente la islamización democrática de los países árabes, motivada en parte por este tipo de vulneraciones de los derechos de la mujer que una interpretación radical del Corán puede llevar consigo. Pero sus críticas tienen sus principales raíces en ese falso paternalismo que siempre ha mostrado el mundo occidental con los países árabes. No es momento de ser hipócritas, no creamos ser los más adecuados para velar por los intereses de la población árabe; hagamos memoria. No hace mucho Sarkozy recibía con los brazos abiertos a Gadafi y meses después vitoreaba en Trípoli su felicidad ante una Libia libre del dictador. Las preocupaciones de quienes ahora critican el islamismo en la vida política no siempre han ido más allá de los intereses petrolíferos.
El islamismo es peligroso, es cierto, cualquier radicalismo que ignora o minusvalora a parte de su sociedad, lo es. En ese aspecto, cabe reconocer que a la Unión Europea le mueve un escepticismo motivado, pero muchas veces peca de soberbia. Nuestro imaginario nos dicta que una democracia debe ser laica, entre otros muchos patrones que hemos asimilado como únicos e irremplazables. Sin embargo, una democracia no es más que la libertad en su estado más puro: la libertad de los ciudadanos por elegir qué desean para su país. Si lo que ellos ansían es, y así se demuestra en las elecciones, un gobierno islámico basado en la Sharía, a la Unión Europea no le queda otra que aceptar la heterogeneidad de la raza humana.
Lo que sí debe preocupar, no solo a la Unión Europea, sino de manera especial a la ONU, es la verdadera transparencia de las elecciones en unos países con una trayectoria democrática débil o problemática. Hasta ahí radica la función de Naciones Unidas.
Hoy es el turno de Egipto. En febrero llegará el de Yemen, y se prevé que el de Libia tenga lugar también en los próximos meses. La primavera árabe se hace invierno, y evidentemente ya no todo son flores. Decae la esperanza y llega el frío. Pero muy lejos de la crítica fácil hacia lo diferente, muy lejos de considerar el modelo occidental como único modelo legítimo, la ONU deberá vigilar, proteger, que todos y cada uno de los ciudadanos tengan derecho a decidir de manera libre el modelo de estado que desean.
No olvidemos la primera lucha que motivó las revueltas que comenzaban hace casi un año en Túnez. No olvidemos su auténtico objetivo: no era otro que la libertad.
Texto: Jara Santamaría
Imagen tomada de El País.
Gran conclusión final. Me quedo con tres conceptos:
ResponderEliminar- Falso paternalismo occidental.
- A la UE no le queda otra que aceptar la heterogeneidad humana.
- La función de la ONU es velar por unas elecciones libres de verdad. Nada más.
Y que cada pueblo decida su propio futuro.
Me gusta mucho el artículo. Sus ideas quedan claras y suficientemente bien argumentadas.
ResponderEliminarHay algo que me inquieta: veremos a qué gente estamos apoyando desde Europa. Las cosas siempre pueden ir a peor y espero que nunca tengamos que decir: aquello de antes era malo pero lo de ahora es aún peor.
La verdadera libertad, como dices, debe respetar las decisiones que se tomen democráticamente, pero, no olvidemos que la democracia no se gana por la posibilidad de meter un voto en la urna sino cuando los que se presentan para ser elegidos lo hacen en las mismas condiciones que los demás. Sin ánimo de apoyar el paternalismo del que hablas, me produce más que fundadas sospechas que precisamente sean los hermanos musulmanes los que se vayan a alzar con el poder. No son precisamente unos "olvidados" o un voto de regeneración democrática...Mis respetos y ojalá me equivoque.
ResponderEliminarEl texto me parece muy interesante.
Muchas gracias. Comparto la preocupación por el destino de los ciudadanos de estos países. No quisiera yo que mi texto indique lo contrario. La Sharía contiene algunos principios que a mí, personalmente, me escandalizan y me cuesta muchísimo comprender. No consigo concebir cómo pueden estar votando las mujeres a partidos políticos que van a abogar por la despenalización de la poligamia, por ejemplo.
ResponderEliminarNo obstante a veces debemos comprender que no podemos "entender" a todo el mundo. No sabemos qué es lo mejor para esa gente, por mucho que desde nuestro prisma lo veamos tan claro. No existe una verdad única universal, aunque la tendencia de todos sea pensar lo contrario.
Y esto, evidentemente, es mi opinión sesgada. ¡Faltaba más!
Interesante artículo.
ResponderEliminarComparto su visión acerca del concepto de libertad, pero es muy cierto que cuesta aceptar que diversos principios entren en la libertad de decisión de los ciudadanos. A veces uno desearía llegar allí y hacerles entrar en razón a todos. Pero, ¿no sería acaso una muestra más de neo-colonialismo?
Su texto me ha hecho pensar, y ahí radica su interés. A veces somos todos (yo el primero) demasiado eurocéntricos
Coincido en buena medida con las líneas básicas del argumento del artículo. La democracia es un bien superior y, en régimen de libertad, transparencia e igualdad de oportunidades, probablemente ofrece un resultado irrefutable. Sin embargo también comprendo la preocupación occidental, aunque pueda tacharse de paternalista y de falsa, que motivos no faltan. El problema es que en buena parte de las sociedades totalitarias no existe una estructuración de la sociedad civil, tan necesaria para realizar un auténtico proceso democrático. Si ello ocurre de manera homogénea entre todas las sensibilidades, el problema es menos importante que si ocurre solo con algunas. En este caso, la religión, transformada erróneamente en pensamiento político (aspecto que afortunadamente se ha reducido considerablemente en occidente) es una mala compañía para los valores clave en una sociedad democrática, como la igualdad y la libertad. En este caso, la discriminación de la mujer y la dificultad de ejercicio de culto son elementos identificativos del islam como referencia política y, por tanto, poco compatibles con el desideratum máximo de una sociedad democrática.
ResponderEliminarQuizá (muy probablemente) no es culpa suya, casi siempre la ayuda exterior es demasiado miope puesto que se centra en lo que genera interés y en lo que produce efectos inmediatos en la opinión pública. El apoyo debería ser más básico y sostenido. No es cuestión de apoyar a los insurgentes, es cuestión de ayudar a estructurar la sociedad civil. Quizá si hubiesemos ayudado en esa dirección hoy habría más opciones que luchasen democráticamente por separar la religión (cualquiera) de la política y conseguir unos objetivos más justos e independientes para dichas sociedades. Al menos, para que hubiese más opciones con posibilidades de expresar sus objetivos. En la situación actual de muchos de estos países, los sistemas democráticos, aún cumpliendo todas las formalidades, no garantizan un auténtico proceso de igualdad en el acceso al poder político. Confiemos en que hayamos aprendido de estas situaciones para mejorar la estrategia en el futuro
Gracias, Rafa. Coincido contigo. Pero precisamente ahí debería estar encaminada la ONU (aun a día de hoy, nunca es tarde. Existe una comisión para ayuda a la democracia que preside actualmente Helen Clark que, en teoría, está dedicada a ello). Debería supervisar la correcta representación democrática de toda ideología sin miedo a represalias. Y ahí sí hay un largo camino por recorrer.
ResponderEliminarUn saludo.
El problema de todo esto es que la Primavera Árabe se convierta en una Primavera Islamista. Son países muy jóvenes (distribución de la población), y cuando se dieron las revoluciones en Egipto unos meses atrás todos pensamos que eran unos wannabes europeistas occidentales, pero no. No en Egipto, ni Líbia, ni Yemen ni en ningún sitio. Lo cual no quita que si estos países se desarrollan tendiendo hacia una liberalización de la sociedad (no hablo de economía) podamos ver dentro de unos años una victoria de un partido laico. De todas formas la visión que acabo de dar es muy occidental, y si las elecciones son limpias y libres de trampas aceptaré y apoyaré lo que diga el pueblo egipcio.
ResponderEliminarLa salud.