domingo, 23 de octubre de 2011

Yellow

Mira las estrellas. Mira cómo brillan por ti. Lo decía Coldplay en una canción, ¿te acuerdas? Tú te reías, claro, pero míralas, están ahí, enredándose en nuestros dedos. Solo hay que atravesar las nubes.

Siempre fuiste un escéptico, pero créeme.

Hay laberintos más allá de los cristales de esta ventana. Y gente que huye, y gente perdida, y gente que besa y muchos otros que piensan que un simple existir ya es vida. Pero tú escucha. Y mira. Es cierto que las estrellas brillan, en todas partes, en cada esquina. Las calles nos miran desde ahí abajo; nos persiguen pintadas de color de rojo, prendidas de la euforia de una noche de sábado. ¿Las ves?

Sonríe a tu reflejo. O sonríe al mío. Si se funden en el cristal tal vez podamos ser invisibles.

Podríamos zambullirnos, si nos asomáramos un poco. Hundirnos en Madrid hasta las rodillas. Trepar por las barandillas, respirar en los tejados. ¿Por qué no? Vamos. Nos largaríamos de este ático tan solo con cerrar los ojos. Adiós a los cristales, adiós a tu ropa, adiós al billete de avión arrugado en mi bolsillo.

Vinimos aquí sin nada, y nada habremos perdido.

jueves, 20 de octubre de 2011

Un fragmento...

Si me desobedecieras esta noche, vacilaría unos instantes y te haría creer que no me importa. Lo dejaría pasar.
Solo por esta noche. Porque la luna no está llena, pero si nos esforzamos lo parecería, e iluminaría mis pendientes, y mis pendientes se reflejarían en tus pupilas, y yo me creería cualquier cosa que me dijeras si lo dijeras muy bajito.
Siempre y cuando me desobedecieras.
Si lo hicieras, te dejaría hacer. Expuesta, inocente, ignorante. Conscientemente suicida.
Sin venda en los ojos pero sin mapa al que aferrarme. Y si tú señalaras el camino con uno de tus dedos no miraría nada más. Y después, todavía apretando las colillas contra el suelo, te besaría. Cuando tú te abalanzases sobre mí y creyeses que eras tú quien me habías besado a mí. Te engañaría, y murmurando estás loco, qué haces, te he dicho mil veces que esto no puede ser, me aferraría a la camiseta de ése grupo al que vimos en un concierto –gritando, de la mano, torturando nuestras gargantas con la euforia de gritar juntos-, y la arañaría fuerte para no perder el equilibrio. Y mis pies trastabillarían. Y tú te separarías con esa sonrisa de quien piensa que ha ganado sin saber que la partida era suya desde el principio.
Si me desobedecieras, aguantaría la respiración un rato y te retaría a apurar la cerveza. Y miraría hacia esa luna que no está llena pero casi, y no soltaría ningún tópico de la fugaz eternidad del momento ni de esa tontería de que tal vez tú y yo podamos vivir para siempre. Lo pensaría en silencio, pero diría eres insistente, ¿eh?, hasta que tú dibujaras esa mueca de niño travieso y alzases los hombros con falsa inocencia. 
(...)

martes, 18 de octubre de 2011

La ONU y el Nuevo estado de Libia

(Como últimamente os bombardeo con trabajos de clase y no os quejáis, aquí va otra reflexión con mi compañera Alba Ruiz Galiano)



Crear una democracia en un país fuertemente reprimido durante más de 40 años no es fácil, y cualquier proyecto democrático nace en el país magrebí con una especial fragilidad. Es difícil respetar los derechos humanos con el enemigo si durante prácticamente medio siglo todo cuanto se ha visto es represión y violencia. ¿Cómo lograr que el proyecto democrático de Libia sea un verdadero espacio de libertad individual, igualitario independientemente del sexo, la religión o la etnia? Incluso Egipto, hasta hace unos meses un ejemplo a seguir para la primavera árabe, hoy ve tambalear su democracia a causa de las disputas religiosas entre musulmanes y coptos, que han traído consigo muertes, desconfianza y la dimisión del viceprimer ministro de finanzas.

El mayor reto, pues, parece la formación de una auténtica democracia que garantice el derecho al voto a todos los ciudadanos, sin represiones de ningún tipo. Pero esa libertad no se consigue simplemente impidiendo el uso de las armas o las amenazas en el proceso electoral, aunque evidentemente esa sea una prioridad. Lo verdaderamente complejo, y precisamente fundamental para la libertad del individuo, es la correcta representación de toda ideología más o menos predominante en la sociedad libia. 

No es fácil, y menos tratándose de una sociedad azotada por la violencia de una guerra civil que deja a su paso víctimas por razones ideológicas. El miedo y la desconfianza traerán consigo la abstención y el silencio de muchos colectivos, que evitarán formar parte del proceso democrático con temor a una posible represalia. La transición democrática no es nada sencilla y no hemos de mirar demasiado lejos para comprobarlo: también España vivió con recelo los primeros años de democracia tras la represión de la dictadura franquista. 

En cualquier caso, en este aspecto, la ONU tiene un papel fundamental pero, como anunciaba el pasado 15 de septiembre Helen Clark, Administradora General del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “la democracia no se puede exportar ni imponer; debe tener su origen en la voluntad del pueblo”. Con motivo del Día Internacional de la Democracia, Clark proclamaba este mensaje y añadía: “los demás podemos prestar apoyo al camino que eligen las naciones para colmar sus propias aspiraciones de equidad, inclusión y empoderamiento”. 

Así pues, afirmaba que la amplia experiencia del PNUD podía y debía aportar su granito de arena en Libia de la misma forma que lo ha hecho durante años en muchos países en transición. Sin ir más lejos, el pasado año, ese programa dedicó más de 1.600 millones de dólares al establecimiento de la gobernanza democrática (según anuncia la página web de la ONU), y actualmente apoya a uno de cada tres parlamentos del mundo en desarrollo e interviene en apoyo de unas elecciones, como promedio, cada dos semanas.

Es difícil formarse una opinión sobre la actuación de la ONU en casos como éste. Parece evidente que hay algo de cierto en aquellos que critican el oportunismo de Naciones Unidas y en quienes hablan de intereses petrolíferos. No es baladí que el presidente del CNT, Mustafa Abdel Jalil, anunciara que los países que apoyaron la oposición en la lucha contra Muamar el Gadafi tendrán “prioridad” en los contratos petrolíferos. Sin ir más lejos, durante la visita de Sarkozy y Cameron (calificada de “desinteresada” por el primer ministro francés), Abdel Yalil anunciaba: "como buenos musulmanes creyentes, nosotros sabremos agradecer sus esfuerzos y ellos tendrán prioridad dentro de un marco de preferencia".

Pese a toda especulación acerca de la motivación de la ayuda aliada, bien es cierto que no puede negarse que países sin una experiencia democrática como lo es Libia no están preparados para formar un Estado de Derecho y precisan de la intervención internacional para preservar los derechos y deberes de todos sus ciudadanos. 

Construir una democracia es algo más que eliminar la pistola que amenaza en la nuca de los votantes. Es inculcar los valores de la verdadera libertad, eliminar el miedo y favorecer la auténtica representación y el diálogo de la sociedad libia. Lamentablemente, eso no es algo que pueda imponerse desde fuera, sino que debe surgir desde el interior del pueblo magrebí. Como dice Manuel Escudero en la Tribuna de El País, “no hay modo de sustituir a un pueblo hasta que, por prueba y error, él mismo construye y consolida su propio régimen de libertades”, y tanto en el caso de Afganistán como en el de Irak ha quedado patente que ninguna intervención exterior puede sostenerse durante el tiempo necesario para inducir a un estado a un proceso sólido de democracia.

Además, de poco sirve la actuación de la ONU sin la cooperación de los países emergentes (India, China, Brasil o México), que hasta el día de hoy no se han comprometido de manera efectiva en la intervención en conflictos de índole internacional. Del mismo modo, sería necesaria una implicación por parte de las grandes empresas globales que, por su carácter trasnacional, se alejan de los intereses específicos de los estados y de la problemática internacional; y, sin embargo, su poder es tal que algunas de las mayores empresas producen más que 160 estados de los EEUU en su totalidad.

No obstante, y al menos de momento, la Comunidad Internacional no puede ni debe quedarse de brazos cruzados. La supervisión del cumplimiento de los derechos humanos es vital en estos momentos de cambio, y la ONU debería erigirse como garante de su acatamiento. La Comunidad Internacional, dada su larga experiencia democrática, debe ser una guía en este nuevo proceso que experimenta el país. Una guía que enseña, pero no impone. Una muestra de la implicación por una paz mundial y por la creencia en democracia, que no se limite a actuar conforme a intereses económicos en torno a sus recursos naturales, sino que se muestre dispuesta a comprometerse al verdadero desarrollo humano y político del nuevo estado de Libia.


(En la fotografía, sacada de El País, rebeldes libios queman ejemplares del Libro Verde, redactado por Gadafi).

viernes, 7 de octubre de 2011

Laura Gallego: “No escribo para enseñar, ni para acercar a los jóvenes a la literatura. Ni mucho menos para moralizar”

El centro de Madrid es un bullicio. En plena Gran Vía, unos manifestantes gritan y cortan el tráfico. El mundo, convulso, parece temblar de rabia en el centro de Madrid. En el Hotel de las Letras, en cambio, la voz de Laura Gallego García suena dulce, cálida. Presenta su libro “Donde los árboles cantan” (SM) y, de la misma manera que muchos de sus lectores se sumergen en sus novelas perdiendo la noción del tiempo y el espacio, todos, periodistas, fotógrafos y blogueros, se concentran en su relato ajenos al griterío exterior.

Donde los árboles cantan” es esta vez una novela autoconclusiva, y llegará a las librerías el próximo 14 de octubre con una primera tirada de 45.000 ejemplares. Ambientada en un medievo fantástico, narra en sus páginas la vida de Viana, una doncella acostumbrada a vivir la vida a través de los libros y que no considera la idea de vivirlas en carne propia hasta que un cambio en su destino la obliga a replantearse su futuro. Ante un posible referente autobiográfico, motivado quizás por una metáfora de la soledad del escritor, Gallego lo desmiente: “Mis personajes están en mí pero no son reflejo de mí misma”, explica, “de lo contrario todos mislibros serían iguales”.

Tal vez no su reflejo se traduzca a sus novelas pero, como ávida lectora y licenciada en filología hispánica, sí afirma tener influencias de todo tipo, a veces de manera inconsciente. Ésta, sin ir más lejos, surge del momento en que escribía su tesis doctoral, y contiene elementos de las novelas de aventuras del siglo XIX, pero también de la poesía de corte, los juglares y un sinfín de referentes literarios e históricos que sin duda aportarán bastante al lector joven. La enseñanza, no obstante, no es en absoluto una prioridad para Laura Gallego que asegura que “No escribo para enseñar, ni para acercar a los jóvenes a la literatura. Ni mucho menos para moralizar. Mis libros no pretenden ser libros de texto, y quizás por eso gusten.”


Efectivamente, gustan. No en vano las cifras ascienden a 600.000 ejemplares vendidos de su saga Memorias de Idhún o los más de 60.000 de Dos velas para el diablo (ambas también publicadas por SM). El Premio Cervantes Chico (2011) o la Placa de Plata de la editorial SM avalan su trayectoria. Hoy, con 33 años, sigue “viviendo literariamente”, y comparte en la presentación su método de escritura porque “Puedo tejer en mi cabeza una historia durante meses, o años, y hasta que no está perfectamente hilada no me decido a comenzarla. Hago esquemas de todos los capítulos y fichas de personajes. Solo entonces empiezo a escribir, y ese es el proceso más rápido de todos, aunque después dedique mucho también al proceso de reescritura”.

Y entre novela y novela, Laura Gallego apuesta por el contacto con sus lectores como ya lo hizo en sus comienzos, convirtiéndose en la pionera en España en crear un foro de discusión de la literatura, que con el tiempo se ha convertido en un emblemático lugar de reunión para jóvenes lectores y aspirantes a escritores. “Con el tiempo, la literatura está dejando de ser una afición solitaria”, afirma la autora, convencida de las potencialidades que Internet puede ofrecer a la literatura. Siempre ha cuidado su relación con los jóvenes, y a su anterior correo electrónico (que tuvo que suspender por exceso de mails), le sustituyen ahora una cuenta de twitter y su página web.

Médicos sin Fronteras se retira de Tailandia por diferencias con el gobierno

Después de 35 años de ayuda humanitaria, MSF se ve obligada a detener su trabajo por falta de acuerdo con las autoridades

De poco han servido los últimos tres meses de negociaciones entre Médicos sin Fronteras y el Gobierno Tailandés. Se ha denegado a la organización la asistencia a migrantes indocumentados y otras poblaciones desatendidas. Tras la decisión, tomada en septiembre, hoy se retiran los más de 70 voluntarios del país asiático, aunque el colectivo afirma que éste seguirá en su punto de mira.

"MSF está profundamente preocupada con esta decisión pero por desgracia no ha podido llegar a un acuerdo con las autoridades para continuar su trabajo", indicó la en un comunicado la organización humanitaria.

Desde 1976, Médicos sin Fronteras ha llevado a cabo diversos proyectos para prestar atención sanitaria a refugiados que huían del régimen del Jemer Rojo en Camboya, así como en las últimas décadas trató a refugiados birmanos, de la etnia laosiana hmong y, últimamente, a convalecientes del VIH/sida. A partir del año 2000, la organización permaneció respondiendo a situaciones de emergencia.

A comienzos de este año, sin embargo, MSF ya se enfrentaba a las primeras trabas administrativas, que la llevaban a tener que cancelar sus proyectos en Samut Sakhon y en el Paso de las Tres Pagodas, en la frontera con Myanmar, donde 55.000 personas disfrutaban de su único acceso a una atención sanitaria. El colectivo alega además que ha recibido presiones del Gobierno tailandés para dejar de atender a inmigrantes indocumentados, la mayoría procedentes de Birmania (Myanmar), según el diario "Bangkok Post".

Con todos estos obstáculos en su camino, MSF tomó por fin en el pasado mes de septiembre la decisión de cerrar sus proyectos en Tailandia de una forma definitiva. Tras de sí, la organización deja a un país que en estos 35 años ha visto significativamente mejorada su atención sanitaria. El país, sin ir más lejos, fue uno de los primeros en introducir el tratamiento antirretroviral gratuito para enfermos de SIDA.

No obstante, la población más vulnerable sigue siendo aquella que permanece al margen de la sociedad: trabajadores indocumentados y comunidades habitantes a lo largo de la frontera. Según datos de la propia organización, se estima que entre 1,5 y 2 millones puedan vivir en una situación de indocumentación y, por ende, falta de derechos a atenciones primarias.

Médicos Sin Fronteras se va, pero no olvida. Su comunicado de prensa lo expresa con claridad: “aunque la organización cerrará sus proyectos de forma permanente, seguirá estando alerta y preparada para responder a emergencias en caso necesario”.
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