"Nostalgia: neuralgia de los recuerdos" (Ramón Gómez de la Serna)
La felicidad era una tarde de verano en una terraza. Con una de esas mesas metálicas en medio de los dos, tibia por el sol. Y era cerveza fría, acariciar mi cuello con su vaso helado y después zambullirme en su espuma. Y era el griterío infantil muy de fondo, y chapoteos, y en primer plano nuestras risas y las mismas bromas de siempre. La piel de mi hombro resquebrajada, como cada año, empecinada en renovarse a cada roce de sol, abrasada de vida, limpiando telarañas. Y una baraja de cartas en el centro. El pelo ahogado en cloro, arrugas en las yemas de los dedos y una cámara de fotos. Por capturar el instante, por hacerlo eterno.
Ahora. Justo ahora me gustan las fotografías, te decía. Ahora que casi es la puesta de sol pero todavía no, ¿ves? Aún queda luz para iluminar el cielo, pero no para iluminarte a ti. Y las fotos rabian a azul.
¿Y qué que salgan azules? No te enterabas de nada. No veías que así todos nos disfrazábamos de verano, de pipas, de chanclas, de cloro. No te enterabas de nada, pero alargabas la mano por encima de la silla y yo la agarraba, igual que alguien apoya la suya en el suelo para hacer volteretas.
Consumimos el verano hasta su última ceniza. Juntos. Cuando el invierno arañaba nuestros talones, yo mordía tu nariz y parecía que eso bastaba. Tal vez fuera sencillo eso de caminar por el alambre, beber del sol bajo el agua, buscarte a ti en mi equilibrio.
Pero, ¿y si el invierno hubiese atado mis manos? ¿Y si el azul solo fuese ahora un producto de la fotografía?
los mejores recuerdos siempre son los que parecen mentira al recordarlos.
ResponderEliminartienes razón, Emily. siempre pasa lo mismo
ResponderEliminarPrecioso texto. Ya sabes que me encanta el verano. =)
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