martes, 18 de octubre de 2011

La ONU y el Nuevo estado de Libia

(Como últimamente os bombardeo con trabajos de clase y no os quejáis, aquí va otra reflexión con mi compañera Alba Ruiz Galiano)



Crear una democracia en un país fuertemente reprimido durante más de 40 años no es fácil, y cualquier proyecto democrático nace en el país magrebí con una especial fragilidad. Es difícil respetar los derechos humanos con el enemigo si durante prácticamente medio siglo todo cuanto se ha visto es represión y violencia. ¿Cómo lograr que el proyecto democrático de Libia sea un verdadero espacio de libertad individual, igualitario independientemente del sexo, la religión o la etnia? Incluso Egipto, hasta hace unos meses un ejemplo a seguir para la primavera árabe, hoy ve tambalear su democracia a causa de las disputas religiosas entre musulmanes y coptos, que han traído consigo muertes, desconfianza y la dimisión del viceprimer ministro de finanzas.

El mayor reto, pues, parece la formación de una auténtica democracia que garantice el derecho al voto a todos los ciudadanos, sin represiones de ningún tipo. Pero esa libertad no se consigue simplemente impidiendo el uso de las armas o las amenazas en el proceso electoral, aunque evidentemente esa sea una prioridad. Lo verdaderamente complejo, y precisamente fundamental para la libertad del individuo, es la correcta representación de toda ideología más o menos predominante en la sociedad libia. 

No es fácil, y menos tratándose de una sociedad azotada por la violencia de una guerra civil que deja a su paso víctimas por razones ideológicas. El miedo y la desconfianza traerán consigo la abstención y el silencio de muchos colectivos, que evitarán formar parte del proceso democrático con temor a una posible represalia. La transición democrática no es nada sencilla y no hemos de mirar demasiado lejos para comprobarlo: también España vivió con recelo los primeros años de democracia tras la represión de la dictadura franquista. 

En cualquier caso, en este aspecto, la ONU tiene un papel fundamental pero, como anunciaba el pasado 15 de septiembre Helen Clark, Administradora General del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “la democracia no se puede exportar ni imponer; debe tener su origen en la voluntad del pueblo”. Con motivo del Día Internacional de la Democracia, Clark proclamaba este mensaje y añadía: “los demás podemos prestar apoyo al camino que eligen las naciones para colmar sus propias aspiraciones de equidad, inclusión y empoderamiento”. 

Así pues, afirmaba que la amplia experiencia del PNUD podía y debía aportar su granito de arena en Libia de la misma forma que lo ha hecho durante años en muchos países en transición. Sin ir más lejos, el pasado año, ese programa dedicó más de 1.600 millones de dólares al establecimiento de la gobernanza democrática (según anuncia la página web de la ONU), y actualmente apoya a uno de cada tres parlamentos del mundo en desarrollo e interviene en apoyo de unas elecciones, como promedio, cada dos semanas.

Es difícil formarse una opinión sobre la actuación de la ONU en casos como éste. Parece evidente que hay algo de cierto en aquellos que critican el oportunismo de Naciones Unidas y en quienes hablan de intereses petrolíferos. No es baladí que el presidente del CNT, Mustafa Abdel Jalil, anunciara que los países que apoyaron la oposición en la lucha contra Muamar el Gadafi tendrán “prioridad” en los contratos petrolíferos. Sin ir más lejos, durante la visita de Sarkozy y Cameron (calificada de “desinteresada” por el primer ministro francés), Abdel Yalil anunciaba: "como buenos musulmanes creyentes, nosotros sabremos agradecer sus esfuerzos y ellos tendrán prioridad dentro de un marco de preferencia".

Pese a toda especulación acerca de la motivación de la ayuda aliada, bien es cierto que no puede negarse que países sin una experiencia democrática como lo es Libia no están preparados para formar un Estado de Derecho y precisan de la intervención internacional para preservar los derechos y deberes de todos sus ciudadanos. 

Construir una democracia es algo más que eliminar la pistola que amenaza en la nuca de los votantes. Es inculcar los valores de la verdadera libertad, eliminar el miedo y favorecer la auténtica representación y el diálogo de la sociedad libia. Lamentablemente, eso no es algo que pueda imponerse desde fuera, sino que debe surgir desde el interior del pueblo magrebí. Como dice Manuel Escudero en la Tribuna de El País, “no hay modo de sustituir a un pueblo hasta que, por prueba y error, él mismo construye y consolida su propio régimen de libertades”, y tanto en el caso de Afganistán como en el de Irak ha quedado patente que ninguna intervención exterior puede sostenerse durante el tiempo necesario para inducir a un estado a un proceso sólido de democracia.

Además, de poco sirve la actuación de la ONU sin la cooperación de los países emergentes (India, China, Brasil o México), que hasta el día de hoy no se han comprometido de manera efectiva en la intervención en conflictos de índole internacional. Del mismo modo, sería necesaria una implicación por parte de las grandes empresas globales que, por su carácter trasnacional, se alejan de los intereses específicos de los estados y de la problemática internacional; y, sin embargo, su poder es tal que algunas de las mayores empresas producen más que 160 estados de los EEUU en su totalidad.

No obstante, y al menos de momento, la Comunidad Internacional no puede ni debe quedarse de brazos cruzados. La supervisión del cumplimiento de los derechos humanos es vital en estos momentos de cambio, y la ONU debería erigirse como garante de su acatamiento. La Comunidad Internacional, dada su larga experiencia democrática, debe ser una guía en este nuevo proceso que experimenta el país. Una guía que enseña, pero no impone. Una muestra de la implicación por una paz mundial y por la creencia en democracia, que no se limite a actuar conforme a intereses económicos en torno a sus recursos naturales, sino que se muestre dispuesta a comprometerse al verdadero desarrollo humano y político del nuevo estado de Libia.


(En la fotografía, sacada de El País, rebeldes libios queman ejemplares del Libro Verde, redactado por Gadafi).

4 comentarios:

  1. ¡No queremos trabajos ni artículos de Culturamas! ¡Queremos relatos tuyos y reflexiones personales!

    (Has dado permiso, ¿verdad?)

    ResponderEliminar
  2. Jajajaja, venga ya! ¿tanto aburro? mejor poner algo que no poner nada!! xDD tal vez os deje un trocito de relato...

    ResponderEliminar
  3. Oh, yeah, eso me gusta más ;)

    PD: ¿Lo de no poner nada va con indirectas? xDD

    ResponderEliminar

UA-11417039-1